jueves, 30 de agosto de 2012

Una Historia de Violencia (2005)



Revelación sangrienta

La película de David Cronenberg Una historia de violencia, basada en la novela gráfica de John Wagner y Vince Locke, marca quizás el momento más mainstream, pero no por ello menos brillante, del famoso director de culto canadiense.
Cronenberg reflexiona sobre uno de sus temas predilectos, la violencia ejercida por los seres humanos, pero esta vez no como medio para llegar a otro objetivo en su narración, sino como el objetivo principal de su film.
Una reflexión sobre la naturaleza violenta de nuestra propia sociedad a través de dos polos opuestos que confluyen: por un lado la violencia ejercida por un profesional de esta, el propio Tom Stall (Viggo Mortensen), y por el otro la violencia subyacente a las relaciones sociales más cotidianas, escenificadas en la vida de su propio hijo Jack Stall (Ashton Holmes), diferentes perspectivas que evolucionan con el tiempo. El personaje de Tom Stall ha renunciado hace años a la violencia criminal como asesino implacable y ha renacido bajo otro nombre en otro pueblo lejano. Ha borrado su pasado, hasta que un asalto violento a su bar hace que renazcan muy a su pesar todas sus capacidades olvidadas, y hasta cierto punto innatas en su ser, aunque en defensa propia. Pero los medios de comunicación (como valedores mass media de esta violencia social que a la vez promueven y condenan) harán que su anecdótico caso haga resurgir de la oscuridad a todos sus antiguos enemigos, como Carl Fogarty (Ed Harris) o Richie Cusack, su propio hermano (estupendo William Hurt). Es entonces cuando Cronenberg explora pausadamente (al estilo formal del cine de Takeshi Kitano) y con las efectividades justas (aunque sin renunciar a su visceral visión de los actos humanos en todas sus formas) esta espiral de desatada violencia que actúa sobre el individuo no como un camino hacia la autodestrucción sino como una salvación, como un medio para volver a su paz y felicidad cotidiana inicial gracias al amor que le une a su mujer Edie Stall (Maria Bello). La lucha interior del protagonista en este violento viaje de regreso queda patente precisamente en la relación con su mujer, la cual sólo a través de la violencia, nuevamente, del sexo puede llegar a soportar el dolor de saberse engañada bajo una realidad demasiado dura para comprenderla racionalmente.
Por su parte, Jack Stall experimenta la violencia también a regañadientes y desde un inicio pacífico, escenificando quizás las condiciones sociales que llevaron a su padre a su conducta criminal en el pasado. La violencia es aquí revelada como última instancia de supervivencia e innata en todas las personas, primero en la pelea en el instituto y después como salvamento de su propio padre. El director muestra así su tesis sobre la violencia: inherente, animal y, de hecho, ateística (cómo él mismo se considera) en el ser humano en sociedad, una rabia genética, una enfermedad física y mental (siendo este otro tema capital en su obra) para la cual no hay cura.

El final del camino transformará la violencia física que ha marcado a todos los protagonistas en una violencia puramente psicológica sublimando su esencia y consiguiendo sólo en una dramática y tensa mirada la redención deseada, eso si, a través del dolor, en una nueva visión del optimismo según David Cronenberg.
Quizás tan sólo el amor pueda actuar como redentor total de nuestra violencia innata y, quizás también, ese sea el verdadero y definitivo sentido de la Nueva Carne.

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