Terror absoluto
Ese es el objetivo que consigue de forma brillante la película británica The Descent, dirigida por Neil Marshall. Y es que el cine de terror británico parece haber renacido de sus cenizas en los últimos años con títulos tan notables como The Hole (Nick Hamm, 2001) o 28 Days Later. (Danny Boyle, 2002). La película de Neil Marshall (de la cual se rodó una secuela en 2009 con otro director) es uno de esos films que sobresale entre todas las últimas obras de terror contemporáneo que habitan las pantallas comerciales y domésticas, con la utilización de un concepto serio del terror que Hollywood casi nos ha hecho olvidar. Un tipo de cine de terror heredado de los años setenta donde las películas de miedo dan miedo, y además no insultan tu inteligencia, sino que la estimulan.
El director utiliza los elementos básicos del género pero con plena efectividad, y esto se traduce en una verosimilitud de los personajes, de sus interpretaciones, de las situaciones y en una puesta en escena (iluminación cromática, angulaciones expresivas) y un ritmo al servicio de la tensión y el suspense in crescendo que experimenta el espectador. En definitiva, conseguir un film de género sin sus clichés más habituales.
La protagonista, Sarah (Shauna Macdonald), simboliza al mismo tiempo la víctima desvalida y la heroína (al estilo de la teniente Ripley o Sarah Connor) en esta historia de un grupo de amigas aventureras que se quedan atrapadas haciendo espeleología en unas recónditas cuevas de las montañas Apalaches. Sarah, después de la trágica muerte de su familia, y sus amigas se verán abandonadas a su suerte y perseguidas por unas extrañas criaturas humanoides, un extraño tipo de subespecie infraterrenal que se alimenta de cualquier tipo de carne, incluida la humana por supuesto. Las protagonistas pasarán entonces de amigas íntimas a colaboradoras in extremis e, incluso, a enemigas. Pero el director evita que este trayecto de transformación psicológica resulte simplista o moralista, y los detalles implícitos en la sencilla narración como las miradas o los silencios entre las protagonistas se tornan esenciales para captar su verdadero significado en esta lucha por la supervivencia en un entorno hostil contra un ser desconocido, sin duda este uno de los temas más transitados de todo el cine fantástico y terrorífico.
Ese es el objetivo que consigue de forma brillante la película británica The Descent, dirigida por Neil Marshall. Y es que el cine de terror británico parece haber renacido de sus cenizas en los últimos años con títulos tan notables como The Hole (Nick Hamm, 2001) o 28 Days Later. (Danny Boyle, 2002). La película de Neil Marshall (de la cual se rodó una secuela en 2009 con otro director) es uno de esos films que sobresale entre todas las últimas obras de terror contemporáneo que habitan las pantallas comerciales y domésticas, con la utilización de un concepto serio del terror que Hollywood casi nos ha hecho olvidar. Un tipo de cine de terror heredado de los años setenta donde las películas de miedo dan miedo, y además no insultan tu inteligencia, sino que la estimulan.
El director utiliza los elementos básicos del género pero con plena efectividad, y esto se traduce en una verosimilitud de los personajes, de sus interpretaciones, de las situaciones y en una puesta en escena (iluminación cromática, angulaciones expresivas) y un ritmo al servicio de la tensión y el suspense in crescendo que experimenta el espectador. En definitiva, conseguir un film de género sin sus clichés más habituales.
La protagonista, Sarah (Shauna Macdonald), simboliza al mismo tiempo la víctima desvalida y la heroína (al estilo de la teniente Ripley o Sarah Connor) en esta historia de un grupo de amigas aventureras que se quedan atrapadas haciendo espeleología en unas recónditas cuevas de las montañas Apalaches. Sarah, después de la trágica muerte de su familia, y sus amigas se verán abandonadas a su suerte y perseguidas por unas extrañas criaturas humanoides, un extraño tipo de subespecie infraterrenal que se alimenta de cualquier tipo de carne, incluida la humana por supuesto. Las protagonistas pasarán entonces de amigas íntimas a colaboradoras in extremis e, incluso, a enemigas. Pero el director evita que este trayecto de transformación psicológica resulte simplista o moralista, y los detalles implícitos en la sencilla narración como las miradas o los silencios entre las protagonistas se tornan esenciales para captar su verdadero significado en esta lucha por la supervivencia en un entorno hostil contra un ser desconocido, sin duda este uno de los temas más transitados de todo el cine fantástico y terrorífico.
La protagonista pasará entonces a ser no sólo una presa sino una
auténtica depredadora junto con su posterior antagonista, Juno (Natalie
Mendoza), aunque por motivos diferentes. Sarah se da cuenta que ya no tiene
nada que perder después de su tragedia personal y su miedo se transforma en
odio; Juno se siente culpable por haber iniciado la excursión como no debía y,
sobre todo, por haber matado accidentalmente a una de sus amigas por lo que
quiere redimirse acabando con todas las criaturas que las amenazan.
En la confrontación final la conclusión es clara: ninguno de los dos personajes principales acaba pareciendo enteramente heroico o malvado ni fácilmente identificable para el espectador. Las circunstancias de absoluto terror vividas bajo tierra, la claustrofobia, la falta de luz y la paranoia acaban desequilibrando sus personalidades, y el girl power terminará convirtiéndose en blood power.
En la confrontación final la conclusión es clara: ninguno de los dos personajes principales acaba pareciendo enteramente heroico o malvado ni fácilmente identificable para el espectador. Las circunstancias de absoluto terror vividas bajo tierra, la claustrofobia, la falta de luz y la paranoia acaban desequilibrando sus personalidades, y el girl power terminará convirtiéndose en blood power.
The Descent se convierte así también en un descenso hacia las
profundidades de la psique más primaria de los seres humanos, en donde sólo el instinto
de supervivencia, el terror a lo desconocido (y a la oscuridad) y la venganza
tienen cabida. El final abierto, editado en la versión americana, no hace sino
confirmar este desenlace desasosegante hacia la destrucción, ya sea física (la
muerte) o mental (la locura).
Y entonces, sea cual sea el desenlace escogido,
posiblemente ya nunca acabes saliendo de la cueva...
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