jueves, 12 de mayo de 2022

El Hombre del Norte (2022)

 


Venganza nórdica

Siguiendo la brillante estela marcada por Michael Hirst y su exitosa serie que durante seis temporadas copara la ficción vikinga televisiva, el no menos brillante y joven director norteamericano Robert Eggers, responsable de La Bruja (2015) y El Faro (2019) nos transporta en su tercera película al universo vikingo de principios del siglo décimo de nuestra era. Y lo hace para contarnos una aparentemente simple historia de venganza y honor familiar valiéndose de la espléndida fotografía de Jarin Blaschke y un espléndido y acertado reparto en donde sobresalen los nombres de Alexander Skarsgård, Nicole Kidman o Anya Taylor-Joy (con quien ya trabajara en La Bruja), además de pequeños aunque importantes papeles interpretados por Ethan Hawke o Willem Dafoe.
La historia nos sitúa en tierras nórdicas cercanas a Islandia (donde posteriormente se desarrollará la acción) en donde un joven príncipe vikingo de inequívocas resonancias shakesperianas llamado Amleth (Skarsgård) es testigo del asesinato de su padre, el rey Aurvandil “Cuervo de guerra” (Hawke) a manos de su propio hermano Fjölnir (Claes Bang). Desde ese momento su vida cambiará por completo y después de su huida desesperada pasará con los años de ser un huérfano descarriado a un sanguinario y salvaje mercenario vikingo luchando por sobrevivir ocultando su naturaleza noble y conquistando territorios para el mejor postor. Pero el azar le hará reencontrarse a sí mismo a través de su contacto (y posterior interés sentimental) con la esclava Olga y la información de que su tío vive en Islandia después de haber sido a su vez destronado de su efímero reinado. Este hecho hará despertar en él el recuerdo del juramento de sangre a su padre para vengarlo en caso de ser asesinado. 
A partir de ese momento es en donde Eggers lleva al film hacia algo más que una simple película sobre venganzas familiares, cosa que nunca pretende dejar de ser. Es un retrato sobre la supervivencia física y psíquica de unos personajes víctimas y prisioneros de su trágico destino, de la brutalidad inherente a una época en donde la vida humana valía bien poco. Y es también una aproximación bien documentada a la cultura y cosmovisión vikinga alejada del romanticismo con el que a menudo se ha tratado en el cine a través de los valores principales que regían sus vidas como el honor o la importancia de los juramentos familiares. Todo esto a través de una narración sencilla y episódica pero nada complaciente con el espectador por muy gore que puedan ser algunas de sus escenas, con el objetivo de dotar a la historia de un componente más realista y sorprendente, uso de runas intertextuales incluido. Con unos personajes atrapados inexorablemente en el rol que su propia y violenta cultura les ha proporcionado, casi siempre de manera injusta, y que tratan de buscar el equilibrio entre su dura realidad y sus creencias tradicionales y religiosas. 
Un punto este en el que la visión de su director se torna crucial para dejar entrever (y confundir) al espectador el mundo de fantasía onírica y profundas creencias religiosas ancestrales en el que se sustentaba la cultura vikinga y, por lo tanto, las vidas de los protagonistas de la historia. Y lo hace con una puesta en escena espectacular dejando que sea el propio espectador el que decida si ese mundo fantástico y mitológico pertenece a este o es tan solo la reproducción o la ensoñación de lo que los personajes desean fervientemente creer.
Una decisión al fin y al cabo totalmente actual, que podría resumir las creencias religiosas de cualquier cultura y tradición, histórica o contemporánea. Y es que El hombre del Norte es una película sobre vikingos pero también una visión escalofriante de la naturaleza humana en toda su dura, brutal y bella concepción.

miércoles, 6 de marzo de 2019

Alita: Ángel de combate (2019)




 Corazón de Guerrera

Casi una década después desde que el proyecto de adaptar a imagen real el popular manga del japonés Yukito Kishiro empezara a tomar forma en la mente del afamado James Cameron, nos llega por fin su resultado en forma del primer blockbuster de ciencia ficción distópica del año. Por el camino, y debido a su largo desarrollo, Cameron tuvo que terminar delegando en el mexicano Robert Rodriguez para poder centrarse en la realización de sus dos futuras secuelas de Avatar y conformarse con la producción y la co-escritura de su guión mano a mano con Laeta Kalogridis (Terminator: Génesis).
Cameron, apasionado confeso del manga original japonés editado durante la primera mitad de los años noventa con el título de Hyper Future Vision GUNNM (y que progresivamente se fue editando durante el resto de la década en Europa y Estados Unidos ya con el nombre de Alita, ángel de combate aunque con cambios en los nombres originales de muchos de sus personajes principales como el de la propia protagonista) optó para su adaptación centrarse, salvo por algunas diferencias, en la parte inicial de la trama recogida en sus dos primeros volúmenes (de los nueve que la componían en un principio), precisamente como ya hiciera su truncada adaptación al anime estrenada en 1993 por el estudio Madhouse con dos OVAs de apenas 50 minutos de duración en total (estrenándose posteriormente en España en 1995 en el mercado del vídeo doméstico de la mano de Manga Films) y que debido a su sorpresivo fracaso comercial (aunque no de calidad) imposibilitó que el plan inicial de adaptar el resto de la obra se llevara a cabo.
El resultado es una notable amalgama de ciencia ficción cyberpunk que intenta llegar a un público mainstream sin olvidar a los fans del anime y el manga originales. Un equilibrio que parece mejor conseguido en esta ocasión que con la todavía reciente adaptación al cine de quizás el más insigne de los animes/mangas del género como fue Ghost in the Shell hace apenas un par de años. Y sin duda alguna el conservador guión de Cameron sumado a la maravilla audiovisual conseguida por Rodriguez (director ya acostumbrado a proyectos con un gran componente de efectos digitales y animación en su seno como Sin City, la saga Spy Kids o Planet Terror) afianzan un resultado positivo dentro de la siempre compleja apuesta resultante de la adaptación de un anime/manga japonés a imagen real para un público mayormente occidental, el cual puede ser conocedor o no de ese origen nipón de la historia y sus personajes.
Una adaptación que hubiera resultado imposible técnicamente hace tan solo unos años y que tan solo las más avanzadas técnicas de modelado 3-D y el mismo motion-capture la hacen posible hoy en día. Eso sumado a una muy acertada labor de casting para todos sus personajes con grandes y oscarizados actores como Christoph Waltz, Jennifer Connelly o Mahershala Ali interpretando a sus personajes principales, hacen que el guión y su historia, si bien optan por no profundizar mucho en los personajes secundarios (y eso siempre es susceptible de acarrearle ciertas críticas) fluyan con facilidad y se siga con interés a pesar de su aparente complejidad.
Un relato situado en un futuro post-apocalíptico a mediados del siglo XXVI y que nos cuenta la historia de un androide femenino desechado como chatarra en el vertedero de la no menos decadente ciudad de Iron City y rescatado por el brillante ingeniero reconvertido en doctor de cíborgs Dyson Ido (Waltz), el cual no solo reparará a la androide amnésica con cerebro humano y grandes pupilas (un guiño evidente a la estética clásica de los personajes de anime) y la bautizará como Alita sino que, empujado por el recuerdo de su fallecida hija, la adoptará como si fuera su hija al mismo tiempo que vamos conociendo el turbulento y complejo pasado y la verdadera identidad tanto de Alita (letal y avanzada guerrera cíborg proveniente de una lejana época) como del propio doctor Ido (Caza-recompensas que arrastra un dramático pasado familiar tras de sí).
Poco a poco, y en un entorno acertadamente multicultural y suburbial en donde conviven con normalidad androides y humanos, iremos conociendo también al resto de personajes, sus interrelaciones y la naturaleza ambigua o perversa de algunos de ellos como Hugo, el joven amigo íntimo y humano de Alita; el usurero y mercenario Vector (Ali); la doctora Chiren (Connelly, exmujer del doctor Ido y personaje que ciertamente se podría haber aprovechado mucho más) o Zapan (Ed Skrein, el líder del gremio de peligrosos, violentos y sin escrúpulos caza-recompensas cíborgs bautizados en la cinta y en el anime/manga original como Cazadores-Guerreros) así como que todos ellos están irremediablemente ligados a Salem, la inquietante y avanzada ciudad volante que se alza sobre los cielos de Iron City como único símbolo perdurable de la antigua grandeza humana, de donde precisamente provienen la mayoría de los desechos tecnológicos vertidos sobre aquella y pieza clave en el desarrollo de la trama (además de premeditadamente reservada para una hipotética secuela) hacia la cual todos los personajes alzan la vista buscando sus sueños de futuro y la promesa de una vida mejor o la redención definitiva por su dramático y turbulento pasado.
La poca información concreta que recibimos de esa enigmática ciudad flotante así como del villano de la obra, el genio de la biotecnología Nova (interpretado por Edward Norton en poco más que un fugaz cameo), el cual actúa a modo de demiurgo omnisciente sobre Iron City y, literalmente, sobre muchos de sus personajes con implantes neuronales, así como del desarrollo de la propia historia y del uso de famosos actores como Michelle Rodríguez o Jai Courtney en cameos estelares en el violento deporte de moda en esa decadente sociedad futura, el Motorball (claramente inspirado en el clásico setentero Rollerball de Norman Jewison), sumado a su abierto final, dejan clara la intención y la necesidad de Rodriguez y del mismo guión de una secuela que prosiga o termine la intrincada historia que el film nos muestra. El cual, dejando de lado la introspección filosófica más propia de Ghost in the Shell y centrándose más en el desarrollo de la historia y en la evolución y empoderamiento individual de su personaje femenino principal, una Alita que pasará, cambio de cuerpo artificial mediante, de ingenua adolescente enamoradiza a letal, desafiante y vengativa guerrera reconvertida en heroína de un mundo duro y hostil, conseguirá por el camino la novedosa tarea de que el espectador se identifique y emocione con un personaje principal totalmente CGI (aunque animado y humanizado en la sombra fantásticamente por el talento de la actriz Rosa Salazar).
Así pues solo queda esperar a que este complejo, largo y costoso proyecto de más de 170 millones de dólares de sus frutos en la taquilla de todo el mundo si queremos que la dupla Cameron/Rodriguez tenga la oportunidad de realizar una muy necesaria secuela y, quien sabe, quizás así abrir la puerta a que proyectos tan largamente ambicionados por Hollywood y fans al mismo tiempo como la adaptación a imagen real de Akira, la magna obra de Katsuhiro Otomo, puedan alguna vez llegar a ver la luz del día.

viernes, 26 de octubre de 2018

Predator (2018)


Cazadores cazados

Todas las míticas sagas cinematográficas de terror y ciencia ficción se enfrentan periódicamente al mismo problema conforme su longevidad se va prolongando en el tiempo: ¿conseguirán los responsables de la nueva entrega crear algo digno de llevar el título (y el peso) de la franquicia a sus espaldas y contentar al mismo tiempo a sus legiones de aficionados en todo el mundo? Equilibrar calidad, cierta libertad creativa y fan service no es tarea fácil, ni siquiera para un prestigioso guionista y ocasional director como el norteamericano Shane Black. Más aún teniendo en cuenta que se trata de la cuarta entrega de la saga Predator (obviando el doble crossover de AVP de mediados de la década pasada) la cual es además, junto con la de Alien, una de las más queridas por todos los fans del género.
Pero que su anterior entrega dejara un muy buen sabor de boca a todos los aficionados de la saga, dados los notables resultados obtenidos por Nimród Antal en Predators (2010) recuperando en gran medida el ambiente opresivo y terrorífico del film original, no ha hecho que Shane Black se amilanara un ápice en dar rienda suelta a su talento para escribir los avispados diálogos de sus personajes así como también para un, cuanto menos discutible, cambio de tono general del film hacia derroteros más humorísticos. Sí, habéis leído bien. Humor. Y no estamos hablando de los entrañables y típicos chascarrillos ochenteros de Arnold en pleno fragor de la batalla sino de algo mucho más generalizado. A veces acertado y divertido, otras más arriesgado o incluso fuera de lugar.
Y es que al bueno de Shane no le asustan las constantes bromas soeces de sus personajes (a veces bastante acertadas, como con el impagable personaje de Baxley interpretado por un atípico Thomas Jane), ni abandonar ese aura de terror que siempre ha caracterizado a la saga para acercarse a algo que él conoce mucho mejor como es el cine de acción puro y duro (lo cual no es óbice para que el film sea realmente violento e incluso algo más sangriento que su predecesor). Pero… ¿es acaso eso lo que los fans esperaban? A estas alturas y después de más de tres décadas desde el estreno de la primera y mítica entrega fundacional de la saga, se antoja un movimiento ciertamente arriesgado y, vistas las numerosas críticas que está recibiendo la película desde su propio fandom, puede considerarse desde ya una jugada realmente polémica y controvertida. Y no sólo por parte de su director sino sobretodo por parte de Fox, su productora.
Así pues… ¿por qué arriesgarse entonces? Pues seguramente porque Shane Black dirigió y co-escribió hace cinco años la exitosa (aunque también algo polémica) tercera entrega de Iron Man para Marvel, recaudando la astronómica cifra de más de mil doscientos millones de dólares en todo el mundo. Con esos antecedentes y su prestigio como guionista de éxito no es difícil imaginar que el estudio le haya dado carta blanca para llevar a nuestro Yautja favorito a su terreno.
El argumento del film resulta casi anecdótico (Un Predator persigue a otro modificado genéticamente hasta nuestro planeta para darle caza mientras diversos militares y civiles se ven atrapados entre el fuego cruzado de una pelea que por una vez no los tiene a ellos como principales presas) puesto que Black se centra en los personajes, especialmente en el grupo de exmilitares que se terminará enfrentando al alienígena, encabezado por Quinn McKenna (personaje al que inicialmente iba a interpretar Benicio Del Toro pero que desgraciadamente acabó recayendo en el todavía relativamente desconocido Boyd Holbrook) y la bióloga Casey Bracket, interpretada por la bella y ascendente Olivia Munn. Estos centrarán las labores del director para conseguir enganchar a la audiencia con la trama y son ciertamente lo mejor de ella: diálogos con chispa, irreverentes y divertidos a partes iguales, dándole a la película un aire de serie B que le sentaría realmente bien si no fuera porque el resto de la historia (y del guión) se resiente en demasía: una cúpula militar mononeuronal enfrentada al mismo tiempo durante gran parte del metraje a los exmilitares y a los extraterrestres, incapaz de actuar con cierta inteligencia y estrategia y dando la sensación de un deficiente trabajo en la historia de fondo del propio guión. A ello se suma una sorprendente y central importancia en la historia del personaje del hijo pequeño autista de McKenna que, si bien resulta una decisión bastante original, no es menos cierto que acentúa ese aura de serie B semi-humorística que tan mal ha sentado entre los aficionados a la saga.
Así pues, queda claro que cambiar el tono general a la cuarta entrega de un personaje tan mítico en el género fantástico/terrorífico como es Depredador resulta un ejercicio tan arriesgado como sorprendente si su director/guionista es capaz de llevarlo a buen puerto sin insultar la genealogía de toda la saga y, por tanto, a su gran número de aficionados alrededor del mundo. En el caso de Black, y pese a ése refrescante aura de serie B que envuelve parte de la película, no se puede decir que el tiro le haya salido muy acertado cuando una parte del guión termina quedando muy desdibujada y la otra parece más bien una gamberrada que un decidido cambio de registro de la saga. ¿Divertida? Seguramente si. ¿Terrorífica? Puede que también, pero desde luego no de la forma en que la gran mayoría de fans esperaban que fuera. 
Y es que darle a alguien como Shane Black las llaves de la franquicia Yautjaniana parece un movimiento tan temerario como darle al hijo de McKenna un casco de Predator para que se pasee por su vecindario en busca de truco o trato…

martes, 20 de junio de 2017

Alien: Covenant (2017)


De xenomorfos y androides

No es ningún secreto que los grandes artistas suelen volver a sus orígenes en su última etapa de madurez o incluso ya en su senectud. Ese es también el caso del afamado director británico Ridley Scott, que el próximo noviembre cumplirá 80 años, con su particular retorno al género que lo encumbró y a la saga que mayores éxitos le ha reportado: Alien. ¿Y que mejor opción, después de una irregular aunque estimable precuela como Prometheus, que una secuela de la precuela?
Situada cronológicamente diez años después de los hechos acontecidos en la anterior entrega, Covenant (que no es más que el nombre de la nave protagonista, en una ya larga tradición de épica nomenclatura para las míticas astronaves de la saga como Nostromo, Sulaco o Prometheus) es la historia de la primera misión colonizadora en busca de un nuevo hogar en donde establecerse como colonia permanente para la raza humana (debido presumiblemente a los serios problemas ecológicos que atraviesa el planeta Tierra a principios del sigo XXII). A medio trayecto, con un rumbo prefijado desde la Tierra y después de un grave accidente técnico de dramáticas consecuencias, descubrirán una señal de socorro proveniente de un planeta próximo y desconocido que, sorprendentemente, posee incluso mejores condiciones para la vida humana que su potencial objetivo inicial. Este hecho les hará finalmente cambiar de rumbo y probar suerte, a modo de prematura expedición, con ese nuevo y prometedor mundo. Pero pronto descubrirán que ese planeta no es mas que el planeta originario de los Ingenieros, el lugar al que se dirigían la valiente científica superviviente Elizabeth Shaw y David justo al final de Prometheus.
Con esa interesante premisa y llegado el momento en que la tripulación pise ese desconocido y aparentemente apacible planeta comenzará a desarrollarse la trama de la cinta. Por desgracia para el espectador ese es también el momento en que la película empieza a parecerse demasiado a su antecesora en el sentido de los constantes e inexplicables altibajos y exabruptos lógicos con los que nos obsequia su muy irregular guión. Empezando sin duda por la sorprendente decisión por parte de la tripulación de la nave de no llevar casco en su primera toma de contacto con un desconocido ecosistema extra-terráqueo, por mucho que su atmósfera sea respirable, sobretodo teniendo en cuenta que son ellos los responsables de la seguridad de los miles de colonos que llevan a bordo…
A partir de ahí y con un ritmo in crescendo, las infecciones y las desagradables sorpresas irán en aumento hasta encontrarse con la fauna local y, por supuesto, con David, el ambiguo androide de la anterior entrega y único superviviente de la defenestrada nave alienígena que él y Shaw condujeron hasta allí. Es en este momento cuando la película adquirirá su mayor interés puesto que la nueva tripulación lleva también consigo a un androide con las mismas facciones que David (interpretado de nuevo de manera muy convincente por el siempre correcto Michael Fassbender) de nombre Walter y que no es más que un modelo modificado del anterior con el fin de hacerlo menos similar al ser humano en su interacción con este, sin emociones y técnicamente mas avanzado que el primero.
Justo en este punto, y prosiguiendo con esos ilógicos comportamientos por parte de la tripulación protagonista como, por ejemplo, no preguntarse en ningún momento nada al respecto de ese enorme y sorprendente cementerio de cuerpos alienígenas yacentes al aire libre que atraviesan en su visita a la ciudad anteriormente poblada por la avanzada raza de los Ingenieros, el guión da un extraño giro. Es en ese momento que el film deja de ser una película sobre Alien(s) para ser más bien una película y un estudio psicológico sobre David. Y no debería de ser eso necesariamente malo sino fuera por la naturaleza de la saga que el espectador se halla visionando y el indisimulado rechazo por parte de sus guionistas a responder a todas y cada una de las grandes y trascendentales cuestiones que se nos presentaban al final de Prometheus, para las cuales sin duda el escueto flashback que se nos brinda en su lugar resulta claramente insuficiente.
Pese a esos obvios problemas apuntados hasta ahora en el desarrollo de su guión, no es menos cierto que el inquietante personaje de David y su dicotómica relación con su benévolo doppelganger (Walter) adquiere en este punto una capital importancia no solo en el argumento del film sino para el argumento de toda la saga en su conjunto, con una apasionante reflexión sobre la naturaleza humana, la inteligencia artificial y los componentes sociopáticos que en ambas pueden existir. Y es que David reúne en su esencia de ser supra-humano lo mejor y lo peor de la especie que lo creó: es capaz de sentir emociones, de crear y experimentar con el arte o la ciencia o de interrogarse a si mismo sobre su propia existencia, pero al mismo tiempo es capaz también de sentirse tan superior a sus creadores como para llegar a menospreciar a toda la especie humana por sus errores, así como también es capaz de odiar y matar sin remordimiento alguno. David es más que un humano pero también es un androide psicópata. Walter, aunque técnicamente superior, no posee ninguna de esas cualidades, ni las positivas ni las negativas, precisamente como medida de seguridad por parte de sus recelosos creadores. El enfrentamiento directo entre ambos en los aposentos cavernarios del primero centrará el resto de la trama relegando a un segundo lugar a los xenomorfos, neomorfos y demás ingenios biológicos orquestados por David, con la ayuda de la tecnología de los Ingenieros, durante su década de hastiado aislamiento precisamente en su malsano y megalómano afán de terminar con la especie humana (o por lo menos diezmarla física y moralmente) y convertirse él mismo en creador y cercenador de vida, en creador y destructor de mundos, en su propio e inmortal Dios al fin y al cabo.
Así pues el problema con el guión de Covenant radica precisamente en ese desequilibrio entre la trama xenomorfa (porque haberlos obviamente haylos, apareciendo ya los ejemplares completamente evolucionados que todos conocemos en el trepidante tramo final de la historia) y de respuesta a los grandes enigmas de Prometheus y por otro lado la trama de David y Walter, la cual acaba monopolizando, de manera además un tanto previsible, el resto de la acción, dejando al espectador en parte absorto por esa interesante y oscura reflexión posthumana pero también bastante decepcionado. Decepción tanto por la inexplicable y poco profesional forma de actuar por parte de la mayoría de personajes que forman la tripulación (de la cual sinceramente resulta casi imposible rescatar a ninguno que ofrezca un mínimo de carisma, interés e identificación de cara al espectador debido a su desdibujado y superficial diseño, por mucho que estén interpretados la mayoría de ellos de manera mas que correcta por solventes actores como Billy Crudup, Katherine Waterston o Demián Bichir) como por esa molesta ausencia de respuestas que Scott parecía prometernos al final de la anterior entrega pero que se ha negado en redondo a proporcionarnos en su continuación. Todo ello dejando incluso la extraña sensación entre el público de haber empequeñecido el propio universo de la saga cuando se habría podido expandir mas y mejor.
Pese a todo ello y dado sus buenos resultados en taquilla a nivel global (aunque eso sí, algo inferiores que los de Prometheus hace cinco años) tendremos que esperar pues a una ya rumoreada tercera parte de la precuela (¿Alien Awakening?) si los aficionados a tan querida y mítica saga de ciencia ficción queremos obtener esas tan anheladas respuestas. Pero dado los deficientes guiones con los que nos han obsequiado el señor Scott y su equipo de guionistas en ambas entregas, dilapidando en ambas ocasiones un punto de partida y un concepto apasionantes, no queda desgraciadamente ya a estas alturas mucho margen para el optimismo de cara al final de esta antecesora trilogía de Alien.

martes, 2 de mayo de 2017

Ghost in the Shell (2017)


Almas de metal

Mucho se había especulado sobre la esperada adaptación al cine de imagen real de la homónima obra maestra del anime japonés dirigida por Mamoru Oshii en 1995, adaptación esta a su vez del popular manga del mismo nombre creado por Masamune Shirow en 1989. Pues bien, finalmente Hollywood ha obrado el milagro con un producto de cuestionada calidad aunque de impecable factura.
Lo primero que hay que dejar claro es que el film es claramente un remake de la primera y más famosa película de la saga de anime nipón (integrada esta por tres películas, dos temporadas de una serie televisiva, un OVA y una reciente miniserie, todas de excelsa calidad) con todos los pros y los contras que eso conlleva.
Dirigida por un mediocre Rupert Sanders (director británico de escaso currículum que tan solo cuenta en su haber con el éxito de su adaptación de Blancanieves y la leyenda del cazador en 2012) la película adolece de un guión demasiado plano y previsible, poco sutil y carente de la notable profundidad filosófica que definía al anime original. Con un diseño de personajes también algo superficial nos cuenta la historia de la Mayor Motoko Kusanagi (rebautizada aquí como la Mayor Mira) una joven en estado terminal transformada en sofisticado cyborg por una compañía privada con el objetivo de convertirla en el soldado perfecto en la lucha antiterrorista: mente humana y cuerpo 100% sintético. Siendo el primer ejemplar de su clase la Mayor es la líder de un grupo especial de operaciones de campo llamado Sección 9, supeditado al control gubernamental y encargado de la lucha antiterrorista y contra el crimen en un Japón futurista de mediados del siglo XXI. La trama, idéntica a la del anime original, empieza a desarrollarse en el momento en el que Mira/Motoko comienza a cuestionarse a si misma sobre su propio origen y existencia junto con su relación de obediencia y progresiva desconfianza hacia sus superiores, al mismo tiempo que la Sección 9 lucha contra un poderoso y temible hacker conocido como Kuze/El titiritero. Y es que la Mayor no es solamente una avanzada y letal máquina contra el crimen sino también un ser humano que ha vuelto a nacer con otro cuerpo y en un extraño mundo que le es ajeno y familiar al mismo tiempo, en una sociedad en donde los límites entre lo humano y lo tecnológico se empiezan a difuminar para dar paso a una hibridación y conectividad absoluta entre hombre y máquina.
Si bien la historia sigue siendo interesante para cualquier amante de la ciencia ficción cyberpunk y se desarrolla sin mayores problemas, no es menos cierto que el film es mas disfrutable cuanto menos se sepa del anime original. Como adaptación se conforma justamente con eso, en ser un aceptable remake fiel al texto original pero que en ningún momento intenta buscar algún tipo de entidad propia o profundidad argumental en su trama para intentar rivalizar con la magna obra en la que se basa. Pero para el aficionado conocedor del anime y el manga originales se torna todo ello en una agridulce sensación. Como remake es al mismo tiempo correcto y cercano al original con suficientes puntos positivos en su haber para conformarse como un recomendable visionado para cualquier fan de la saga original.
El cásting, pese a las reticencias iniciales, raya la perfección: tenemos a una fría teniente Kusanagi interpretada de forma eficaz por Scarlett Johansson, la cual encaja perfectamente en el papel; a su entrañable compañero Batou en la acertada piel del actor danés Pilou Asbaek; al capitán de la Sección 9 interpretado también de forma muy acertada por el gran actor y director nipón Takeshi Kitano; a un inquietante Michael Pitt como el peligroso hacker Kuze (el Titiritero del anime original) y a una Juliette Binoche también muy correcta en su papel de la ambigua Doctora Ouelet.
El diseño de producción es también todo un acierto, con una ambientación perfectamente lograda que recuerda fácilmente a ese Tokyo hipertecnificado, sórdido y perennemente lluvioso del anime en el que se basa. Incluso los efectos especiales, nada exagerados, y su fantástica y sutil banda sonora nos retrotraen a la obra de Oshii y al trabajo de Kenji Kawai, sin olvidar ese reconocible tono oscuro y reflexivo del anime original.
¿Qué es lo que falla entonces? Claramente y como ya se ha apuntado anteriormente, su guión. Esa falta de pretensiones por convertir la trama en algo más que una cinta de acción futurista al uso, precisamente en el remake de una obra original que si por algo es recordada, además de por su impecable calidad técnica para la época, fue precisamente por sus pretensiones en ir mas allá de una mera película de ciencia ficción y en profundizar en los conceptos filosóficos que se esconden detrás de gran parte de los contenidos de las obras de género cyberpunk (audiovisuales o no) como son la naturaleza del ser humano en un entorno urbano hostil, el posthumanismo y la trascendencia como individuos, las infinitas posibilidades de la ciencia y las tecnologías de la información o el ciberespacio y la inteligencia artificial en las, cada vez más presentes, sociedades futuras. Sin olvidar tampoco que el contenido político estaba también muy presente tanto en los films originales como también en la brillante serie de animación Stand Alone Complex, y que aquí se halla tan solo perfilado en vagas pinceladas.
Y es que básicamente ese parece haber sido el objetivo de los productores y guionistas y que el director ha acatado sin problemas: crear una versión en imagen real del anime, con la misma trama y personajes e incluso copiando literalmente algunas de las mas recordadas escenas de aquel, pero intentando contentar al mismo tiempo tanto a los neófitos como a los fans de la popular saga haciéndola mas fácilmente digerible para todo tipo de audiencia. Objetivo conseguido solo parcialmente, puesto que simplificar un guión y unos personajes de una trama calcada a la del anime original (y de la cual tan solo se ha cambiado el desenlace para intentar dejarlo mas abierto de cara a una improbable secuela, dados los malos resultados que ha obtenido en taquilla su estreno en USA) es ciertamente un terreno resbaladizo puesto que se corre el peligro de no contentar a ninguno de los dos frentes… y ese es su mayor problema.
Así pues, esta nueva versión de Ghost in the Shell se halla carente de la magia y especial profundidad que poseía inherente en su desarrollo argumental la obra de Mamoru Oshii, pero por lo menos podemos afirmar que conserva aún parte de su espíritu dentro de la cáscara. Y si bien desgraciadamente no aspira a convertirse en un nuevo referente para el género como sí lo fue su antecesora (para lo cual habría necesitado entre otras cosas de otro director con mas talento y unos guionistas mas atrevidos y precisos) tampoco es justo menospreciarla completamente ya que posee suficientes detalles de calidad como para no insultar la memoria de ningún aficionado a la saga o al anime original, teniendo en cuenta especialmente la elevada dificultad que conlleva siempre una adaptación de un manga/anime a imagen real (algo ya poco habitual en la industria americana y que ni siquiera las irregulares adaptaciones japonesas son capaces muchas veces de llevar a buen puerto) y que el film resultante en una producción hollywoodiense de mas de cien millones de dólares de presupuesto debe de ser siempre, necesariamente, un contenido mainstream adaptado a los gustos occidentales.


viernes, 31 de marzo de 2017

Logan (2017)


El hombre tras las garras

En más de un sentido, el capítulo final en la trilogía individual sobre, seguramente, el mutante más popular de la Factoría de Ideas representa la película que todo director hubiera deseado hacer sobre tan carismático personaje. Afortunadamente para los aficionados el elegido para tal efecto ha sido de nuevo James Mangold, autor también de la excelente anterior entrega, The Wolverine.
Y es que Mangold, sin duda espoleado por el gran éxito de la gamberra adaptación de Deadpool hace poco mas de un año, ha tenido la libertad no solo de convertir esta entrega en un film de calificación R (no apta para menores de 16 años en nuestro país) sino de dotarla de todo lo que hace unos años hubiera significado la negativa absoluta por parte del estudio para dar luz verde a un proyecto como este: una película de superhéroes de mayor contenido dramático enfocada claramente a un público adulto, especialmente violenta y explícitamente sangrienta, incluyendo violencia infantil, abundante lenguaje malsonante e incluso un breve desnudo parcial. Pero haciendo eso sí que nada de ello resulte gratuito y empaquetando todo el conjunto en una atmósfera áspera, realista y con menos concesiones de las habituales a los toques humorísticos. 
La historia original, aunque libremente inspirada en varias series limitadas de comic books, en especial El viejo Logan (2008) de Mark Millar, nos sitúa en un futuro cercano, en el año 2029, siguiendo la nueva y feliz línea temporal instaurada justo al final de X-Men: Days of Future Past (2014). Con un acertado tono crepuscular (referencias de western clásico incluidas), pesimista e incluso sórdido en ocasiones, nos presenta un futuro imperfecto, aunque muy parecido a nuestro presente, en donde se nos hace saber a través de muy pocos datos de una gran tragedia ocurrida años atrás en el seno de la fundación Xavier y que significó la muerte de muchos de los mutantes mas poderosos. Sin darnos nunca mas detalles al respecto más allá de una breve reseña radiofónica y con la aparente disolución de la Patrulla X, tan solo se nos deja bien claro quien fue el responsable de ello y quien uno de los pocos supervivientes: el profesor Charles Xavier y Logan respectivamente, los cuales se encuentran auto-exiliados del mundo junto con otro mutante menos poderoso (Caliban) malviviendo en algún lugar cerca de la frontera mexicana. 
Y es que ambos personajes son prácticamente todo lo que queda de la gloria pasada de los X-Men… solo que están muy lejos de ser lo que una vez fueron: el prácticamente desahuciado y ya nonagenario profesor Xavier padece una enfermedad mental neuro-degenerativa y un Logan mas irascible y apesadumbrado que nunca, hastiado de su condición como icono legendario del pasado, se encuentra envejecido y con sus facultades mermando día a día. Ambos se han convertido en poco menos que unos proscritos y aparentemente sus mutaciones han entrado en una progresiva e inexorable decadencia, lo que los hace precisamente cada vez más humanos y menos mutantes. Es en ese contexto en el que Logan se verá envuelto en una oscura y peligrosa trama con unos miembros paramilitares de una organización secreta gubernamental dedicada a replicar las mutaciones (que ya han dejado de producirse de manera natural en la sociedad) en el laboratorio. Es decir, a crear clones infantiles con facultades heredadas a partir de ADN de auténticos mutantes, con el objetivo de utilizarlos como potenciales armas humanas. Auténticos mutantes como Logan, el cual pronto se dará cuenta de que guarda una relación especial con la pequeña X-23, uno de esos niños mutantes que ha logrado escapar de esas instalaciones secretas y que busca en Logan su única posibilidad de supervivencia. 
Es en ese momento en el que Logan, la pequeña Laura (X-23, interpretada por la joven Dafne Keen) y el profesor Xavier se verán obligados a emprender una desesperada huida a modo de sangrienta y brutal road movie a través de las zonas mas rurales de los Estados Unidos, hostigados constantemente por esos violentos paramilitares encabezados por el responsable de los experimentos, el frío e implacable Doctor Rice (Richard E. Grant), y que llevará a los personajes a través de un viaje de redención interior y de redescubrimiento sobre cuales son sus verdaderas motivaciones vitales en un mundo que ha relegado a los mutantes a un accesorio segundo plano sin ser ello debido a grandes batallas apocalípticas entre humanos, centinelas y los propios mutantes sino a la propia naturaleza y evolución de la sociedad. Precisamente la misma evolución que fuera la causante de todas esas mutaciones alrededor del mundo. 
Así pues las mutaciones naturales llegan a su fin y los mutantes van perdiendo sus facultades progresivamente pero la ciencia, aplicada al poder político y militar, se niega a perder definitivamente esa baza en un mundo en el que los héroes se han convertido en parias e incluso en un peligro para toda la sociedad, y en el que Logan deberá decidir su implicación en ese turbulento presente y sobretodo que clase de mundo desea dejar tras de sí. 
El film marca sin duda el fin de una era, dentro y fuera de la pantalla. No solamente parece apuntar a un triste y sombrío futuro para los mutantes en el universo creado por la Fox hace ya 17 años sino que también supone la despedida de Hugh Jackman del personaje que mas fama le ha reportado, al que mas cercano se ha sentido y el cual ha interpretado en nada menos que 7 exitosas ocasiones. A su despedida de la saga se unen presuntamente las de Patrick Stewart y Jennifer Lawrence de sus respectivos personajes, habiéndose completado ya las tres trilogías previstas por la productora en un principio y dejando pues a los fans en una situación incierta, teniendo en cuenta además que la Fox ha sacado un gran rédito económico en la explotación del universo X-Men y es improbable (aunque muy deseable incluso por boca del propio Hugh Jackman) que pudiera ceder/vender sus derechos de explotación a sus propietarios originales, Marvel, para poder así estos hipotéticamente incorporar por fin a sus propios personajes en su enormemente exitoso MCU (Marvel Cinematic Universe) particular.
Quien sabe lo que les deparará el futuro a los mutantes del universo X-Men en la gran pantalla, pero lo que es seguro es que James Mangold ha cerrado con Logan con sangriento broche de oro la historia fílmica de un personaje complejo y querido tanto por los aficionados a los cómics como por los amantes del buen cine fantástico. Disfrutemos pues del festín, dado que puede que no volvamos a tener otro igual.

lunes, 9 de enero de 2017

La llegada (2016)


Primer Contacto

Cada cierto tiempo una determinada película impacta profundamente en un género removiendo sus bases e instaurando y añadiendo otras incluso partiendo de lugares comunes ya transitados dentro de ese mismo género. Dentro de la ciencia ficción contemporánea hace dos años pudimos disfrutar de uno de esos casos con la magna obra de Christopher Nolan Interstellar (2014) y ahora con La llegada es el turno de que lo nuevo del afamado director canadiense Denis Villeneuve (que será también el responsable, a finales de este mismo año, de la esperadísima secuela de Blade Runner) nos haga reflexionar sobre una de las mas apasionantes temáticas dentro del género como es la del contacto con seres extraterrestres inteligentes.
La siempre solvente Amy Adams interpreta a la brillante lingüista y profesora universitaria Louise Banks, la cual es reclamada por las autoridades días después de que la humanidad en su conjunto se enfrente al momento mas importante de su historia como especie: la llegada a la Tierra y posterior contacto de una civilización extraterrestre en forma de 12 gigantescas naves distribuidas por todo el globo. La prestigiosa profesora aceptará entonces junto con el físico teórico Ian Donnely (Jeremy Renner) el sorprendente y trascendental encargo del Coronel Weber (Forest Whitaker) de contactar de alguna forma y en representación de los Estados Unidos con las entidades alienígenas que pilotan una de esas naves, la cual se haya en territorio americano y suspendida en el aire a baja distancia del terreno, con tal de intentar averiguar cual es la razón y el objetivo de su llegada a nuestro planeta.
A partir de ese momento, y con el habitual ritmo pausado de Villeneuve, el film desecha la acción para centrarse de lleno en el apasionante y no tan manido terreno de la xenolingüística (o rama de la lingüística que estudiaría la existencia de hipotéticos lenguajes extraterrestres) de mano de los esfuerzos que la profesora Banks realizará para lograr entenderse con esos seres bajo la atenta mirada y progresivamente mayor presión del estamento militar a nivel global. La trama explora así conceptos e hipótesis teóricas tan interesantes como el principio de relatividad lingüística o hipótesis de Sapir–Whorf, el cual establece que la estructura de un lenguaje afecta a la forma de ver el mundo y al proceso mismo de cognición por parte de sus hablantes, o como puede la humanidad enfrentarse a una crisis global sin tener una única voz que hable por ella.
El film hace uso de algunos trucos de montaje para darle un giro al guión en un determinado momento pero nunca de manera gratuita y siempre manteniendo el interés por parte del espectador en su personaje femenino principal. Y es que la película gira en torno a ella claramente, quizás en exceso una vez ya avanzada la trama, y hubiera sido de agradecer un mayor acercamiento a otros personajes secundarios o una mayor atención a la complejidad argumental de la obra en si misma, pero esos altibajos no desmerecen en absoluto el trabajo del director por desmarcarse claramente de la corriente imperante dentro de la ciencia ficción actual como cine de acción al uso especialmente en su vertiente de contactos e invasiones extraterrestres.
Villeneuve se centra pues en el quid de la cuestión y en el desarrollo de esa xenolingüística que representa sin duda la problemática más importante a la que la humanidad debería enfrentarse para poder contactar y comunicarse exitosamente con una hipotética raza de seres extraterrestres inteligentes no necesariamente antropomorfos. Un concepto que en el cine tan solo ha sido tratado tangencialmente en el pasado en obras como Star Trek, Abyss, Avatar o Encuentros en la Tercera Fase y que adquiere aquí la capital importancia que en una situación real tendría. Y es que si Marshall Mcluhan ya nos enseñaba aquello de que el medio es el mensaje, por qué no creer que el uso y aprendizaje de un medio/lenguaje en concreto pueda reconfigurar internamente a nivel orgánico y cuántico nuestra propia estructura mental durante el proceso mismo de envío, recepción y comprensión del mensaje?

miércoles, 17 de junio de 2015

Ex Machina (2015)


El fantasma en la máquina

Ex Machina (de la expresión latina que significa “desde la máquina”).  
Alex Garland, reputado guionista británico habitual en los films de Danny Boyle con obras tan interesantes en su carrera hasta la fecha como 28 días después…(2002), Sunshine (2007), o la nueva y notable versión de Dredd (2012) dirige y escribe esta película de ciencia ficción que nos adentra en el tan sugestivo terreno de la creación de inteligencia artificial. Un lugar común dentro del género (especialmente en su vertiente más cyberpunk) presente en algunas de sus obras maestras del pasado siglo como 2001: A Space Odyssey (1968), Blade Runner (1982), Terminator (1984) o Ghost in the Shell (1995).
El film de Garland nos acerca a este terreno de la mano de un joven programador llamado Caleb (Domhnall Gleeson) que es seleccionado a modo de recompensa empresarial para participar en un experimento de evaluación cualitativa de una novedosa inteligencia artificial fuerte en forma de androide, de nombre Ava y con la tan agradable apariencia de la joven actriz sueca Alicia Vikander. El creador de tan impresionante cénit científico no es otro que el jefe de Caleb, el millonario Nathan interpretado con tesón por Oscar Isaac, el cual se encuentra recluido en unas secretas instalaciones de investigación científica de vanguardia.
Lo que en manos de otro director fácilmente podría haber desembocado en una rutinaria cinta de acción mezclada con ciencia ficción, en manos de Garland se convierte en un apasionante y pausado thriller psicológico con muy pocos actores y con una atmósfera ciertamente opresiva que conjuga a la perfección con ese halo de secretismo absoluto en el que se desarrolla esa investigación y toda la línea argumental del film.
El triángulo progresivamente desestabilizador entre los tres protagonistas (Caleb, Nathan y Ava) marcará toda la película introduciendo al espectador en esa tensa relación entre genio creador, absorto y admirado empleado y fría e inquietante creación. Una relación que al mismo tiempo nos introduce también en un contexto verosímil de un futuro relativamente cercano en donde la ingeniería informática ha conseguido emular a la perfección a la biología hasta el punto de haber podido crear vida artificial inteligente pero, una vez ahí, es imposible no plantearse preguntas como: ¿Cual es el propósito de su creación? ¿Puede un ser humano desarrollar algún tipo de sentimiento profundo como el amor por un ser artificial? Y más inquietante si cabe: ¿Puede un ser artificial sentir afecto por un ser humano? Todas estas cuestiones entre otras, son tratadas certeramente durante la película como los ejes que realmente interesan a sus personajes, evitando deliberadamente su director entrar en explicaciones excesivamente técnicas para así aumentar la identificación por parte del espectador hacia los mismos. Unos personajes que nos introducen todas estas reflexiones y que se interrelacionan entre si a través de los conceptos de atracción/amor/temor por parte de creador y empleado hacia su creación u objeto de estudio/deseo y viceversa. Unos sentimientos complejos, inquietantes y muy humanos que sin duda pueden tener también su lado oscuro, primario y perverso.
El film nos plantea así cuestiones trascendentales como cuales son los límites de lo humano y sus características diferenciadoras con las máquinas, si estas pueden desarrollar sentimientos al volverse autoconscientes o si, llegados a ese punto, seremos capaces de diferenciar ambos estados de existencia (el biológico y el artificial) en un futuro que cada vez parece más inexorablemente cercano e irremediablemente abocado a converger.

martes, 3 de diciembre de 2013

Prisioneros (2013)


Atrapados en el laberinto

El prestigioso director y guionista canadiense Denis Villeneuve, nominado al Oscar hace dos años por su anterior Incendies (2010) y autor también de las premiadas Maelström (2000) y Polytechnique (2009) firma este sólido thriller escrito por Aaron Guzikowski y protagonizado por los norteamericanos Hugh Jackman y Jake Gyllenhaal.
Con un acertado ritmo lento y pausado el filme nos introduce en el drama que padecen dos familias de clase media norteamericanas al desaparecer súbitamente una hija de ambas durante una rutinaria reunión dominical de Acción de Gracias en casa de una de ellas. Jackman interpreta, en quizás su mejor papel hasta la fecha, al rudo y humilde padre de familia Keller Dover, el cual, debido al punto muerto en el que parece haber caído la investigación policial y sabedor de que en casos de secuestro de menores al cabo de una semana se reducen drásticamente las posibilidades de encontrar a los niños con vida, decide tomar por su cuenta una arriesgada decisión y un papel mas activo en esa investigación incluso pasando por encima de la ley si fuera necesario.
Al otro lado de la balanza se encuentra el duro detective Loki, interpretado por Jake Gyllenhaal, el cual se interesará especialmente por el caso pero tampoco estará dispuesto a dejar que Keller se tome la justicia por su mano. Y es ese difícil equilibrio entre el deber del policía y el poder o la capacidad de hacer lo que sea por su familia de un padre desesperado el que explora el filme de manera tan verosímil como reflexiva, a través de unos personajes que progresivamente se verán cada vez mas abocados al límite de sus posibilidades.
Su ritmo pausado y su tono ciertamente oscuro, el cual recuerda vagamente a la obra del brillante David Fincher, introducen eficazmente al espectador en esa situación límite que viven los personajes, perfectamente arropados por unos secundarios de altura encabezados por la apesadumbrada Maria Bello, la mujer de Keller; Viola Davis y Terrence Howard, el matrimonio amigo personal de los Keller y los cuales también han perdido a su hija; y un Paul Dano (Alex Jones) y una Melissa Leo (Holly Jones) magníficos y cruciales en su papel de sospechoso disminuido psíquico y vecina respectivamente.
La película no elude plantearse la polémica a ambos lados de la balanza, la de la ley y las rutinarias pesquisas policiales que lleva a cabo Loki, tan útiles y esclarecedoras a veces como ineficaces otras y las medidas desesperadas de un padre dispuesto a hacer lo que sea por encontrar a su hija a tiempo, incluso a tomarse la justicia por su mano recurriendo incluso al secuestro y tortura de un sospechoso si es necesario. Ambos personajes son sin duda prisioneros de sus propios demonios y de la vertiente más gris y oscura del ser humano en sociedad y aunque los dos estén dispuestos a arriesgar su propia vida por conseguir un mismo fin, su camino hasta él es totalmente opuesto. Será pues en esa encrucijada criminal y a contrarreloj en donde se decida cual de los dos tomó el camino correcto o si ambos lo tomaron debido a sus propias circunstancias. Un desenlace que mantendrá al espectador inmerso en la trama hasta el último momento.
Con esta cinta no cabe duda de que deberían de abrírsele de par en par las puertas de Hollywood a Villeneuve como uno de los más interesantes y notables directores actuales y no seria de extrañar también posibles nominaciones para el film en la próxima ceremonia de los Oscar del año que viene.

lunes, 23 de septiembre de 2013

Elysium (2013)


Paraíso Prohibido

El director y guionista sudafricano Neill Blomkamp, que hace cuatro años y de la mano de Peter Jackson, desembarcaba en Hollywood con su alabado por crítica y público primer largometraje, Distrito 9, sin duda una de las mejores y mas originales cintas de ciencia ficción de los últimos años, nos presenta aquí su segunda obra como director.
Elysium, denominación proveniente de la mitología griega y que hace referencia a aquella parte paradisíaca del Inframundo en donde los hombres honorables y los héroes valerosos han de pasar el resto de la eternidad en un estado de felicidad perpetua, hace aquí referencia a una estación espacial que orbita perennemente la Tierra a mediados del siglo XXII. Como su nombre hace presagiar, en ella solo habita una pequeña porción de la humanidad, con todos los lujos, comodidades y la más avanzada tecnología que se les puede proporcionar a las familias que se lo puedan permitir. Lejos de ser tan solo un capricho de ricos es una verdadera arca blindada en donde esos afortunados ciudadanos viven en paz y harmonía lejos de un planeta Tierra agonizante debido a la contaminación, la superpoblación y la pobreza que atenaza tan distópico futuro. En esa Tierra baldía un humilde trabajador (interpretado por Matt Damon) el cual sufre un grave accidente laboral, se verá obligado a intentar acceder a esa estación espacial por todos los medios a su alcance para salvar su vida y, al mismo tiempo e involuntariamente, convertirse en el héroe de esta lucha de clases futurista.
Con tan prometedor punto de partida y con unas altísimas expectativas, Blomkamp articula su segunda película repitiendo en el género de la ciencia ficción, ahondando en un lugar común del género como es el de un futuro distópico que enfrenta a sus protagonistas y utilizando los mecanismos del cine de acción para avanzar a través de su trama. Lo más interesante del film es sin duda esa contraposición de clases y la focalización en la desigualdad entre los habitantes de Elysium y los de la Tierra en lo que a las condiciones de vida y salud se refiere, en un entorno multicultural y de crítica social (características estas ya presentes en el anterior film del director y que forman parte ya de su estilo narrativo) que engancha rápidamente al espectador y lo acerca a la trama y a esa lucha por la supervivencia entre Max (Damon) y el agente gubernamental y sin escrúpulos que tratará de impedirle en primera instancia su objetivo, Kruger (interpretado por el actor sudafricano y viejo conocido de Blomkamp Sharlto Copley, quien fuera curiosamente el héroe protagonista del anterior film del director y que ejerce aquí precisamente de antagonista y villano). Por el camino Max, nuestro héroe protagonista, irá tomando conciencia y contacto con las diferentes facciones que a modo de resistencia luchan contra los poderes establecidos por la clase dirigente que gobierna despóticamente la jefa de seguridad Delacourt (interpretada por una ya madurita Jodie Foster) desde Elysium y que impiden tácitamente el acceso de esos grandísimos avances tecnológicos, especialmente en materia sanitaria, a la inmensa mayoría de la población terrestre.
El combinado de acción frenética y ciencia ficción con trasfondo social desgraciadamente en esta ocasión funciona solo hasta cierto punto incumpliendo sus altas expectativas ya que su director apuesta por un diseño de personajes demasiado pobre, quizás solo con la excepción de su protagonista Max, y con un guión que conforme avanza la acción, y muy especialmente en su tramo final, termina resultando inverosímil y ampliamente insatisfactorio tanto en las motivaciones de Kruger como en la nula entidad dramática de un personaje capital en la trama como es Delacourt, así como con el propio funcionamiento de Elysium. Los demás personajes secundarios, pese al acertado casting que incluye a actores como Diego Luna, William Fichtner o Alice Braga acaban resultando también bastante desaprovechados de cara al espectador.
Pese a estos problemas que oscurecen el resultado final de Blomkamp, la cinta (que ha llegado a ser criticada en USA por los sectores más ultraconservadores por ser demasiado socialista en su planteamiento) se sitúa aún y así por encima de la media ofreciendo al espectador algo más que puro entretenimiento y tocando veladamente temas tan actuales y controvertidos como la reforma sanitaria en Estados Unidos, la creciente desigualdad entre ricos y pobres en el mundo o la contaminación ambiental y la superpoblación, subrayando la necesidad de resolver todas esas problemáticas antes de convertirnos, como en el film, en una sociedad deshumanizada y alienada tan solo capaz de refugiarse de todos esos problemas en la órbita terrestre debido a su propia incapacidad colectiva para resolverlos.