Uno de los últimos temas considerados como clásicos en la carrera de
las leyendas británicas del heavy metal Judas Priest: A
Touch Of Evil, editado como single a principios de 1991 y perteneciente a
su elogiado y exitoso álbum de 1990 Painkiller.
El videoclip de A Touch Of Evil
de Judas Priest, dirigido por el prolífico director de vídeos musicales Wayne
Isham, es probablemente el más complejo del grupo a nivel de significaciones
conceptuales. Funciona claramente en un nivel metáforico a través de dos vías
de interpretación: la del espectador que desconoce la historia del grupo y la
del aficionado o fan de éste. De hecho, el videoclip en su totalidad se puede
entender directamente como una metáfora social sobre el miedo, la represión, el
mal y la injusticia, quedando patente ésta idea también en la letra de la
canción, pero adquiriendo mucha más complejidad en su traslación audiovisual.
Así pues, éstas
ideas aparentemente abstractas y generalistas que darían lugar a esa primera
vía de interpretación, adquieren una mayor significación para el aficionado al
grupo cuando se conoce que Judas Priest fueron víctimas directas de esa
represión e injusticia, de ésa sed de mal que parece imbuir de manera dramática
todo el videoclip, siendo acusados injustamente del suicidio de dos jóvenes
fans del grupo a mediados de los años ochenta, y siendo posteriormente juzgados
y absueltos por ello en 1990.
Este dramático suceso que impactó directamente
sobre los músicos se plasma a la perfección en su formato audiovisual, de manera
metafórica y posmoderna, en una clara sátira social escenificada como un
pequeño teatro de freaks lynchianos, en donde cada uno de éstos simboliza uno
de los temas anteriormente citados, con claras influencias bíblicas como la
serpiente, el símbolo del pecado original, del mal que intenta acechar al
asustado niño protagonista. Y es éste precisamente el símbolo más significante
de todos, pues simboliza inequívocamente la inocencia del artista, acorralado
por esa represión y ese mal del que se le intenta hacer culpable, como se
aprecia en el fundido entre la mano del cantante Rob Halford y la cara del niño.
Así pues,
éste alegato metafórico sobre el mal y la injusticia es en su conjunto una dramática crítica a
la censura musical (Judas Priest fueron también objetivo del famoso PMRC
americano a mediados de los años ochenta) como se aprecia en la primera
secuencia del videoclip mientras se mandan quemar todos los discos y cintas en
la caldera de la vergüenza, y con ésos fieros y reiterados perros ejerciendo metafóricamente de
"Dobermans culturales". Es precisamente también la justicia la que controla la censura
en el plano de la maza rompiendo el vinilo, y es en una sociedad cristiana y religiosamente
represiva (Estados Unidos mas concretamente), como ejemplifican el predicador y todos sus acólitos, en donde esa
justicia tiene lugar, ante el aplauso del engañado y alienado público hacia la
estupidez y el miedo en definitiva al hecho de no admitir ese mal como autóctono a la
propia condición humana y social del individuo, ejemplificada a través de los freaks circenses, sin
la necesidad de culpar hipócritamente al artista por ello.
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