miércoles, 29 de agosto de 2012

2012



Cuatro cifras. Una fecha: 21 de diciembre. Un Apocalipsis. Nada nuevo. Bueno, salvo por un dato…
Un nuevo final se cierne sobre la humanidad. Esta vez con la particularidad de que se juntan diversos factores, tanto científicos como culturales y, como no, interpretativos. Por un lado la teoría de la antigua civilización Maya, poseedores de grandes conocimientos astronómicos en su tiempo. La fecha, según su calendario, marca el final del treceavo baktún en su Cuenta larga (recordar que en el calendario maya existen cinco cuentas de tiempo simultáneas). Asimismo, esa fecha tan señalada no es solo un final, sino también el principio de un nuevo ciclo (recordar también que el calendario maya es cíclico ya que se repite cada 52 años mayas) es decir, una regeneración, la cuarta para ser exactos, de la especie humana. Algo así como un cuarto intento de humanidad según su mito fundacional.
Con estos datos sobre la mano queda claro que la acepción apocalíptica de esa fecha se basa claramente en una interpretación errónea por parte de nuestra cultura occidental. Material mas que suficiente para que el avispado Roland Emmerich nos regalase su (teóricamente) última película catastrofista hace tres años, un 2012 que fue un éxito de taquilla y un justo desastre de crítica, dicotomía plenamente conocida ya por su director.  Pero hay mas. Siguiendo con los mayas, en esa mágica fecha también coincide un alineamiento planetario entre el Sol, nuestra Tierra y el centro de nuestra galaxia, La vía Láctea, coincidiendo también con el solsticio invernal. Nuevamente, y seguramente, una mala interpretación occidental puesto que los datos científicos contradicen casi al completo esa teoría. Las hay todavía más sorprendentes y peregrinas como la existencia del planeta X o Nibiru, que apoyándose nuevamente en malas interpretaciones de antiguos textos sumerios llegan a conclusiones febriles y completamente inverosímiles. Pero hay mas… y mejor. Según datos científicos, entre finales de este año y principios del siguiente el Sol llegará a su punto álgido en un aumento notable e inusual de su actividad en forma de tormentas solares. Las citadas tormentas llegan a nuestro planeta en forma de radiaciones electromagnéticas a través del viento solar y, según su intensidad, pueden afectar a nuestras telecomunicaciones. Es un hecho habitual. Lo que puede convertir a este caso en menos habitual es su intensidad.
En 1859 una gran erupción solar produjo la completa inutilización de las primeras redes de telégrafo terrestres en Norteamérica y Europa. A este hecho se le denominó evento Carrington. En unas horas las auroras boreales que produjo se pudieron observar hasta en el Caribe, Norteamérica e incluso en las islas Baleares o Madrid. Fue la tormenta solar más potente registrada de toda la historia.
La pregunta es: ¿puede volver a ocurrir? Desde luego. ¿Estaríamos preparados para aguantar su envite esta vez? Desde luego que no. De hecho, si una tormenta solar de esas magnitudes ocurriera en la actualidad seríamos infinitamente mas vulnerables que hace 150 años básicamente por nuestro desarrollo tecnológico y nuestra absoluta dependencia de la energía eléctrica. No es difícil imaginarse que ocurriría si tuviera lugar hoy en día algo parecido al evento Carrington (que duró unos pocos días) o incluso quien sabe si mas potente. La respuesta es caos. Caos absoluto. Las autoridades no se molestarían en avisar al mundo entero salvo unas pocas horas antes para evitar el pánico colectivo, pero sobretodo porque no habría nada que hacer. No puedes parar el mundo indefinidamente y las tormentas solares son imposibles de predecir actualmente salvo con unas horas de antelación. Es mejor dejar que la gente siga comprando, produciendo, licuándose el cerebro viendo telebasura o gritando por su equipo favorito hasta el último momento.
En el mejor de los casos un evento como ese, actualmente, nos devolvería a los tiempos de la primera revolución industrial de forma temporal, durante unas horas o unos días. Algo así como en la mediocre película de David Koepp El efecto dominó (The Trigger Effect, 1996). En el peor de los casos, si ese posible y supuesto nuevo evento solar fuera de mas magnitud y durara semanas o incluso meses estaríamos mas cerca de la situación de films como Doomsday (Neil Marshall, 2008) o incluso, según se mire, de relatos como Cae la noche (Isaac Asimov, 1969).
La desintegración social en un mundo sin energía eléctrica es una pesadilla mas que verosímil, y puesto que no ha ocurrido antes nadie sabe cuanto tardaría en adueñarse del mundo occidental. Muy probablemente el caos llegaría antes de lo que nos imaginamos, incluso en el primero de los casos, en tan solo unos pocos días. Quizás fuera ese el verdadero significado de la profecía maya, esa regeneración inevitable a la que se refiere su calendario, no en vano los mayas eran el pueblo del Sol…
Habrá que ver primero si se cumplen los pronósticos catastrofistas esta vez y, si así fuera, esperar en segundo lugar que es lo que prevalece entonces: el espíritu de regeneración y de creación de un nuevo ciclo por parte de la humanidad o nuestro más atávico y depredador instinto de supervivencia.

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