Un nuevo final se cierne sobre la
humanidad. Esta vez con la particularidad de que se juntan diversos factores,
tanto científicos como culturales y, como no, interpretativos. Por un lado la
teoría de la antigua civilización Maya, poseedores de grandes conocimientos
astronómicos en su tiempo. La fecha, según su calendario, marca el final del
treceavo baktún en su Cuenta larga
(recordar que en el calendario maya existen cinco cuentas de tiempo simultáneas).
Asimismo, esa fecha tan señalada no es solo un final, sino también el principio
de un nuevo ciclo (recordar también que el calendario maya es cíclico ya que se
repite cada 52 años mayas) es decir, una regeneración, la cuarta para ser
exactos, de la especie humana. Algo así como un cuarto intento de humanidad
según su mito fundacional.
Con estos datos sobre la mano queda
claro que la acepción apocalíptica de esa fecha se basa claramente en una
interpretación errónea por parte de nuestra cultura occidental. Material mas
que suficiente para que el avispado Roland Emmerich nos regalase su
(teóricamente) última película catastrofista hace tres años, un 2012 que fue un éxito de taquilla y un
justo desastre de crítica, dicotomía plenamente conocida ya por su
director. Pero hay mas. Siguiendo con
los mayas, en esa mágica fecha también coincide un alineamiento planetario
entre el Sol, nuestra Tierra y el centro de nuestra galaxia, La vía Láctea,
coincidiendo también con el solsticio invernal. Nuevamente, y seguramente, una
mala interpretación occidental puesto que los datos científicos contradicen
casi al completo esa teoría. Las hay todavía más sorprendentes y peregrinas
como la existencia del planeta X o Nibiru, que apoyándose nuevamente en malas
interpretaciones de antiguos textos sumerios llegan a conclusiones febriles y
completamente inverosímiles. Pero hay mas… y mejor. Según datos científicos,
entre finales de este año y principios del siguiente el Sol llegará a su punto
álgido en un aumento notable e inusual de su actividad en forma de tormentas
solares. Las citadas tormentas llegan a nuestro planeta en forma de radiaciones
electromagnéticas a través del viento solar y, según su intensidad, pueden
afectar a nuestras telecomunicaciones. Es un hecho habitual. Lo que puede
convertir a este caso en menos habitual es su intensidad.
En 1859 una gran erupción solar
produjo la completa inutilización de las primeras redes de telégrafo terrestres
en Norteamérica y Europa. A este hecho se le denominó evento Carrington. En
unas horas las auroras boreales que produjo se pudieron observar hasta en el
Caribe, Norteamérica e incluso en las islas Baleares o Madrid. Fue la tormenta
solar más potente registrada de toda la historia.
La pregunta es: ¿puede volver a
ocurrir? Desde luego. ¿Estaríamos preparados para aguantar su envite esta vez?
Desde luego que no. De hecho, si una tormenta solar de esas magnitudes
ocurriera en la actualidad seríamos infinitamente mas vulnerables que hace 150
años básicamente por nuestro desarrollo tecnológico y nuestra absoluta
dependencia de la energía eléctrica. No es difícil imaginarse que ocurriría si
tuviera lugar hoy en día algo parecido al evento Carrington (que duró unos
pocos días) o incluso quien sabe si mas potente. La respuesta es caos. Caos
absoluto. Las autoridades no se molestarían en avisar al mundo entero salvo
unas pocas horas antes para evitar el pánico colectivo, pero sobretodo porque
no habría nada que hacer. No puedes parar el mundo indefinidamente y las
tormentas solares son imposibles de predecir actualmente salvo con unas horas
de antelación. Es mejor dejar que la gente siga comprando, produciendo,
licuándose el cerebro viendo telebasura o gritando por su equipo favorito hasta
el último momento.
En el mejor de los casos un
evento como ese, actualmente, nos devolvería a los tiempos de la primera
revolución industrial de forma temporal, durante unas horas o unos días. Algo
así como en la mediocre película de David Koepp El efecto dominó (The Trigger Effect, 1996). En el peor de los
casos, si ese posible y supuesto nuevo evento solar fuera de mas magnitud y
durara semanas o incluso meses estaríamos mas cerca de la situación de films
como Doomsday (Neil Marshall, 2008)
o incluso, según se mire, de relatos como Cae
la noche (Isaac Asimov, 1969).
La desintegración social en un
mundo sin energía eléctrica es una pesadilla mas que verosímil, y puesto que no
ha ocurrido antes nadie sabe cuanto tardaría en adueñarse del mundo occidental.
Muy probablemente el caos llegaría antes de lo que nos imaginamos, incluso en
el primero de los casos, en tan solo unos pocos días. Quizás fuera ese el
verdadero significado de la profecía maya, esa regeneración inevitable a la que
se refiere su calendario, no en vano los mayas eran el pueblo del Sol…
Habrá que ver primero si se cumplen los pronósticos
catastrofistas esta vez y, si así fuera, esperar en segundo lugar que es lo que
prevalece entonces: el espíritu de regeneración y de creación de un nuevo ciclo
por parte de la humanidad o nuestro más atávico y depredador instinto de
supervivencia.
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