jueves, 12 de mayo de 2022

El Hombre del Norte (2022)

 


Venganza nórdica

Siguiendo la brillante estela marcada por Michael Hirst y su exitosa serie que durante seis temporadas copara la ficción vikinga televisiva, el no menos brillante y joven director norteamericano Robert Eggers, responsable de La Bruja (2015) y El Faro (2019) nos transporta en su tercera película al universo vikingo de principios del siglo décimo de nuestra era. Y lo hace para contarnos una aparentemente simple historia de venganza y honor familiar valiéndose de la espléndida fotografía de Jarin Blaschke y un espléndido y acertado reparto en donde sobresalen los nombres de Alexander Skarsgård, Nicole Kidman o Anya Taylor-Joy (con quien ya trabajara en La Bruja), además de pequeños aunque importantes papeles interpretados por Ethan Hawke o Willem Dafoe.
La historia nos sitúa en tierras nórdicas cercanas a Islandia (donde posteriormente se desarrollará la acción) en donde un joven príncipe vikingo de inequívocas resonancias shakesperianas llamado Amleth (Skarsgård) es testigo del asesinato de su padre, el rey Aurvandil “Cuervo de guerra” (Hawke) a manos de su propio hermano Fjölnir (Claes Bang). Desde ese momento su vida cambiará por completo y después de su huida desesperada pasará con los años de ser un huérfano descarriado a un sanguinario y salvaje mercenario vikingo luchando por sobrevivir ocultando su naturaleza noble y conquistando territorios para el mejor postor. Pero el azar le hará reencontrarse a sí mismo a través de su contacto (y posterior interés sentimental) con la esclava Olga y la información de que su tío vive en Islandia después de haber sido a su vez destronado de su efímero reinado. Este hecho hará despertar en él el recuerdo del juramento de sangre a su padre para vengarlo en caso de ser asesinado. 
A partir de ese momento es en donde Eggers lleva al film hacia algo más que una simple película sobre venganzas familiares, cosa que nunca pretende dejar de ser. Es un retrato sobre la supervivencia física y psíquica de unos personajes víctimas y prisioneros de su trágico destino, de la brutalidad inherente a una época en donde la vida humana valía bien poco. Y es también una aproximación bien documentada a la cultura y cosmovisión vikinga alejada del romanticismo con el que a menudo se ha tratado en el cine a través de los valores principales que regían sus vidas como el honor o la importancia de los juramentos familiares. Todo esto a través de una narración sencilla y episódica pero nada complaciente con el espectador por muy gore que puedan ser algunas de sus escenas, con el objetivo de dotar a la historia de un componente más realista y sorprendente, uso de runas intertextuales incluido. Con unos personajes atrapados inexorablemente en el rol que su propia y violenta cultura les ha proporcionado, casi siempre de manera injusta, y que tratan de buscar el equilibrio entre su dura realidad y sus creencias tradicionales y religiosas. 
Un punto este en el que la visión de su director se torna crucial para dejar entrever (y confundir) al espectador el mundo de fantasía onírica y profundas creencias religiosas ancestrales en el que se sustentaba la cultura vikinga y, por lo tanto, las vidas de los protagonistas de la historia. Y lo hace con una puesta en escena espectacular dejando que sea el propio espectador el que decida si ese mundo fantástico y mitológico pertenece a este o es tan solo la reproducción o la ensoñación de lo que los personajes desean fervientemente creer.
Una decisión al fin y al cabo totalmente actual, que podría resumir las creencias religiosas de cualquier cultura y tradición, histórica o contemporánea. Y es que El hombre del Norte es una película sobre vikingos pero también una visión escalofriante de la naturaleza humana en toda su dura, brutal y bella concepción.

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