Tras los orígenes del octavo pasajero
Según la antigua mitología griega
el Titán Prometeo fue siempre un gran benefactor de la humanidad, devolviéndole
a esta el fuego del que habían sido privados los hombres por deseo de Zeus.
Pero se expuso de esta manera a la terrible venganza del dios supremo: ser
encadenado y condenado a sufrir el suplicio eterno de un águila comiéndole el
hígado cada noche, puesto que debido a su inmortalidad, ese órgano le volvía a crecer
a la mañana siguiente. Finalmente sería liberado por, según las diferentes
versiones, Heracles/Hefesto. Según otras versiones como la de la Biblioteca Mitológica
Prometeo fue también nada más y nada menos que el creador de los hombres…
Este pequeño apunte mitológico
mucho tiene que ver metafóricamente con el nuevo film de Ridley Scott, una
mezcla entre precuela de la famosa saga Alien que el propio director iniciara
en 1979 y reboot completo en vistas a
una nueva e hipotética saga fantástica. Y es que han tenido que pasar 30 años
para que Scott volviera al género que le hizo famoso y venerado, una ciencia
ficción que él mismo, junto con otros talentos, revolucionara para siempre con
dos obras maestras de la talla de Alien (1979) y Blade Runner (1982). Y mientras
esperamos esa ya anunciada secuela a su segunda, y última, obra maestra, nos
llega esta tan anticipada precuela a su primer gran éxito.
Sin entrar en el porqué de ese
retorno a sus orígenes en el otoño de su vida (recordemos que el veterano
director tiene ya casi 75 años) hay algo que todo conocedor de su prolífica
carrera tiene o debería tener claro: Scott siempre ha sido un incomparable
técnico y esteta visionario, pero salvo en dos ocasiones su carrera ha navegado
de forma irregular debido a las carencias narrativas en el guión de muchos de
sus films, con puntos mas notables sin duda (Thelma & Louise, 1991; Black
Hawk derribado, 2001; American
Gangster, 2007) y otros ciertamente mas bajos (Legend, 1985; Tormenta
blanca, 1996; La teniente O´Neil, 1997).
Pese a todo, el éxito de taquilla casi siempre le ha acompañado y le ha
permitido tener a su disposición todos los medios técnicos necesarios con independencia
de la calidad de esos guiones.
En Prometheus, y para solaz de
muchos, nos encontramos en un caso a medio camino entre el segundo y el tercer
grupo y obviamente muy alejado de las cotas de calidad de sus dos obras cumbre.
Estéticamente y a nivel de diseño de producción y efectos visuales no hay queja
posible ya que este apartado, como era de esperar, luce en todo su esplendor
evitando grandilocuencias inútiles, cuidando la ambientación y asombrando e
intrigando al espectador durante todo su metraje, gentileza de la maestría de
Scott y los diseños originales biomecánicos del genio suizo H.R. Giger. A nivel narrativo ya es
otra historia.
Con una notable primera mitad, se
parte de una idea no muy original pero no por ello menos apasionante y
subyugante: la búsqueda de los orígenes extraterrestres de la humanidad a
través de la investigación de antiguas pruebas pictóricas de contacto
alienígena a lo largo de toda nuestra prehistoria e historia (idea que ya
explorara con gran éxito, aunque de forma diferente, Stargate, 1994) las cuales llevarán a la tripulación científica protagonista
en busca de respuestas hasta un lejano planeta en la otra punta de la galaxia.
A través de esta primera parte iremos conociendo a los diferentes personajes
(eso sí, de una manera muy superficial siendo este uno de los puntos mas flojos
del film).
La inconsistencia narrativa
gentileza de Damon Lindelof (popular
por ser uno de los guionistas principales de la serie de culto Lost) y Jon Spaihts llega torrencialmente
en su segunda mitad, minando la historia justo cuando los acontecimientos se
empiezan a desencadenar: las incomprensibles motivaciones de uno de los
personajes protagonistas y catalizador de gran parte de la acción del filme, el
androide David; la inconexa y absurda indiferencia entre diversos personajes a
partir del momento (uno de los más sorprendentes y terroríficos) en el que la
protagonista principal, la científica Elizabeth Shaw (Noomi Rapace) se ve
obligada a abortar a un embrión alienígena de su cuerpo dentro de la nave; la
inverosimilitud de las últimas y trascendentales decisiones tomadas por la
tripulación de la nave hacia el final de la película, que casi hacen recordar a algunos
sonrojantes momentos similares de la popular Avatar, de James Cameron; la casi absoluta indiferencia también por
parte de los demás tripulantes al aparecer en la nave sorpresivamente el
propietario agonizante de la empresa y financiador de la expedición, Peter
Weyland (irreconocible Guy Pearce) al mas puro estilo B-movie… ante todo este desaguisado narrativo que curiosamente mas
parece un capítulo de Lost (y no de los mejores) que un filme realmente serio y
ambicioso como parece que Scott tenía en mente, el último agujero narrativo “made in Lindelof” es quizás ya el menos
importante pues a buen seguro podrá ser explicado en una posterior secuela que,
teniendo en cuenta la notable recaudación en taquilla de la película, llegará
mas pronto que tarde: la incomprensible actitud violenta de los Ingenieros (la ancestral
y avanzada raza alienígena creadora de la especie humana, también conocida como
Space Jockeys o “pilotos” según el propio Giger y que ya apareciera tangencialmente
en el título fundacional de 1979) hacia todos los tripulantes de la expedición
en el tramo final del filme, sin ni siquiera molestarse en entablar ningún tipo
de comunicación con ellos…
Debido a todo esto Prometheus
termina siendo una gran, apasionante y ambiciosa oportunidad perdida por parte
de Ridley Scott de recuperar su antigua gloria a nivel cinematográfico, con
suficientes puntos de interés y reflexión en su concepto como para haber podido
ser un gran filme de ciencia ficción, pero que ve lastrado todo ese enorme
potencial por un deslavazado guión repleto de agujeros y un diseño de
personajes realmente pobre que hace naufragar a un filme que podría haber sido
grande.
Subrayando eso y tal y como
responde en un momento de la película el científico Charlie Holloway al frío androide
David (porque en cualquier film de la saga que se precie siempre tiene que
haber un androide sospechoso o por lo menos parte de él) en, seguramente, la
mas interesante conversación que mantienen estos (sobre la tan filosófica
necesidad de conocer las motivaciones de tu creador) a su pregunta: “- ¿Y
vosotros, porque me creasteis?” “-
Porque podíamos”. Esa es precisamente la razón por la que Scott ha debido hacer
Prometheus, y al igual que los humanos con David, desgraciadamente sin preocuparse
de que todo dentro funcionara correctamente…
La única esperanza, para los aficionados en este caso, llegará pues en unos meses en formato DVD y Blu-ray con la rumoreada versión del director del filme, con 23 minutos extra de metraje y numerosas escenas eliminadas. Habrá que esperar hasta entonces para emitir el último veredicto y ver finalmente si las exigencias de producción estuvieron detrás de todos o alguno de esos agujeros… no sería la primera vez.
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