El fantasma en la máquina
Ex Machina (de la expresión latina que
significa “desde la máquina”).
Alex Garland, reputado guionista británico habitual en los films de Danny Boyle con obras tan interesantes en su carrera hasta la fecha como 28 días después…(2002), Sunshine (2007), o la nueva y notable versión de Dredd (2012) dirige y escribe esta película de ciencia ficción que nos adentra en el tan sugestivo terreno de la creación de inteligencia artificial. Un lugar común dentro del género (especialmente en su vertiente más cyberpunk) presente en algunas de sus obras maestras del pasado siglo como 2001: A Space Odyssey (1968), Blade Runner (1982), Terminator (1984) o Ghost in the Shell (1995).
Alex Garland, reputado guionista británico habitual en los films de Danny Boyle con obras tan interesantes en su carrera hasta la fecha como 28 días después…(2002), Sunshine (2007), o la nueva y notable versión de Dredd (2012) dirige y escribe esta película de ciencia ficción que nos adentra en el tan sugestivo terreno de la creación de inteligencia artificial. Un lugar común dentro del género (especialmente en su vertiente más cyberpunk) presente en algunas de sus obras maestras del pasado siglo como 2001: A Space Odyssey (1968), Blade Runner (1982), Terminator (1984) o Ghost in the Shell (1995).
El film de Garland nos acerca a
este terreno de la mano de un joven programador llamado Caleb (Domhnall
Gleeson) que es seleccionado a modo de recompensa empresarial para participar
en un experimento de evaluación cualitativa de una novedosa inteligencia
artificial fuerte en forma de androide, de nombre Ava y con la tan agradable
apariencia de la joven actriz sueca Alicia Vikander. El creador de tan
impresionante cénit científico no es otro que el jefe de Caleb, el millonario
Nathan interpretado con tesón por Oscar Isaac, el cual se encuentra recluido en
unas secretas instalaciones de investigación científica de vanguardia.
Lo que en manos de otro director
fácilmente podría haber desembocado en una rutinaria cinta de acción mezclada
con ciencia ficción, en manos de Garland se convierte en un apasionante y
pausado thriller psicológico con muy pocos actores y con una atmósfera
ciertamente opresiva que conjuga a la perfección con ese halo de secretismo
absoluto en el que se desarrolla esa investigación y toda la línea argumental del film.
El triángulo progresivamente
desestabilizador entre los tres protagonistas (Caleb, Nathan y Ava) marcará toda
la película introduciendo al espectador en esa tensa relación entre genio
creador, absorto y admirado empleado y fría e inquietante creación. Una
relación que al mismo tiempo nos introduce también en un contexto verosímil de
un futuro relativamente cercano en donde la ingeniería informática ha
conseguido emular a la perfección a la biología hasta el punto de haber podido
crear vida artificial inteligente pero, una vez ahí, es imposible no
plantearse preguntas como: ¿Cual es el propósito de su creación? ¿Puede un ser
humano desarrollar algún tipo de sentimiento profundo como el amor por un ser
artificial? Y más inquietante si cabe: ¿Puede un ser artificial sentir afecto
por un ser humano? Todas estas cuestiones entre otras, son tratadas certeramente durante la
película como los ejes que realmente interesan a sus personajes, evitando deliberadamente su director entrar en explicaciones
excesivamente técnicas para así aumentar la identificación por parte del espectador hacia los mismos. Unos
personajes que nos introducen todas estas reflexiones y que se interrelacionan entre si a través de los conceptos de
atracción/amor/temor por parte de creador y empleado hacia su creación u objeto de
estudio/deseo y viceversa. Unos sentimientos complejos, inquietantes y muy humanos que sin duda
pueden tener también su lado oscuro, primario y perverso.
El film nos plantea así cuestiones trascendentales como cuales son los límites de lo humano y sus características diferenciadoras con las máquinas, si estas pueden desarrollar sentimientos al volverse autoconscientes o si, llegados a ese punto, seremos capaces de diferenciar ambos estados de existencia (el biológico y el artificial) en un futuro que cada vez parece más inexorablemente cercano e irremediablemente abocado a converger.
Buena sci-fi !!
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